Domingo por la mañana. Situación: mi madre me pidió que le grabara en un CD los últimos dos discos de Alejandro Fernández (Dos Mundos). Cuando lo termino (el muy hdp hizo un disco doble con discos tan cortos que entraban holgadamente en un CD-R) mi madre me insiste en que escuche la siguiente canción que les transcribo (editado y eliminando las estrofas repetidas):
Mi Rechazo
Vas a sentir mi rechazo
desde arriba y hasta abajo
de tu cuerpo traicionero
Aunque esquives mi mirada
no te servirá de nada
no lo podrás evitar
Vas a saber qué se siente
tener la sangre caliente
y frio el corazón
Vas a saber cuánto pesa
quince noches de tristeza
y quince de desilusión
Y mas de lo que te di
le dare a quien lo merece
porque exactamente a ti
es a quien no se parece
(...)
Vas a encontrarme en los labios
de quien le niegue a los tuyos
la sinceridad de un beso
y en la sonrisa forzada
de quien comparte tu almohada
también me va a encontrar
(...)
Luego me dedicaré a criticar el contenido de la letra de esta canción (de la música ni hablemos, Fernández es deplorable). Lo cierto es que a raíz de la escucha, mi madre me preguntó qué es lo que hacía que el rechazo primero generara este tipo de "actitudes vengativas" (cuando lo hace) y más particularmente por qué el ser rechazado produce un enganche mayor (y ahí me vino directamente a mi yugular).
Para poder explicar el origen de ambas preguntas, se hacen necesarias dos contextualizaciones.
Contexto 1:
Mi madre prácticamente desconoce el rechazo masculino. Su primer y único (por ahora) gran amor ha sido mi padre. Se conocieron cuando ella tenía 15 años (él 19) y desde entonces nunca se separaron. Ni las peores peleas generaron alejamientos que supusieran algún tipo de separación. Quizá no se vieron algún fin de semana, o se mandaron menos cartas (en esa época se escribían, esssta que iba a haber mail), lo cierto es que su relación siempre peligró poco.
Ni qué decir que por su corta edad mi madre no incursionó casi en el mundo masculino. El primero fue el definitivo por lo que una ruptura, una mala primera cita, un chongueo y nada más está muy lejos de sus experiencias y/o de su cognición. Por eso me preguntó a mi. No porque yo tenga una gran experiencia, pero si porque haciendo un repaso de mi existencia, pasé por todas esas instancias y muchísimas veces (por no decir todas) he fallado. A eso hay que sumarle el...
Contexto 2:
Soy una persona de enganches fuertes. Muy. Y este año sufrí un enganche fuertísimo con un solo ser. Conocí a muchos, pero solo él logró hacer mella. Fue (y será por ahora) EL clavo del 2009. Mi vieja conoce la historia, sabe que fui la "pateada" de la misma; y que eso me hizo mierda. Que sufrí mucho (no lloré, rara vez lloro) y todo no por un terrible enamoramiento, sino porque el rechazo me enganchó. Su decisión de patearme así sin más me hizo ponerlo en un lugar que no le hace justicia (y todavía no lo saqué de ahí).
Con todo esto volvemos a las preguntas. Vamos a la primera: ¿Por qué el rechazo provoca ganas de vengarse?
Creo que es obvio: uno se siente dolido y como del amor al odio hay un paso (es una frase trillada pero no por ello menos cierta) uno siente la necesidad de hacer sentir al otro lo mismo que sintió uno. Ahora bien, las posibilidades de que esto suceda son bastante ínfimas, excepto contados casos en los que el que rechaza vuelve con el caballo cansado y es finalmente rechazado/a. Casi siempre el que rechaza aprovecha su situación de ventaja y se regodea en ello. No nos da segundas chances (hablo de relaciones cortas, en matrimonios y/o noviazgos largos quizá si) y nos deja la sangre en el ojo, claramente. Por eso canciones como las de Alejandro o "She's not me" de Madonna (que aunque cornuda y no tanto dejada se pretente en la misma actitud ganadora ante la evidente pérdida) son patéticas, porque vos podés sentirte que sos lo más, pero que te cagaron, de eso no hay duda. No hay vuelta atrás. No importa lo que hagas, el rechazo estuvo y de manos del otro. Vos ya no tenés la posta, porque el que primero fue dejado a un lado fuiste vos. No importa lo que hagas, no vas a producir en el otro un dolor que se equipare al tuyo. Tarde piaste pajarito...
Pregunta dos: ¿Por qué el rechazo produce enganche?
Aunque aún no lo hice, tengo que definir a qué me refiero con rechazo. No se trata de haber invitado a una persona al cine o a dar un paseo por la plaza (qué salida más embolante, por dió!), a caminar por la zona roja de Palermo o simplemente a cenar y que te diga que NO. Ojalá hablara de eso, porque de última ese rechazo es muy superable...
No, no. Me refiero a que vos comiences una relación con alguien y que esa otra persona de un día para el otro te diga: "Fue, no te quiero ver más", o directamente se desaparezca.
Porque -y ahí viene mi definición del asunto- el rechazo es una cuestión de tiempos. De los tiempos de los seres involucrados en cualquier tipo de relación. Léase:
- Si las dos personas llegan a no querer verse más al mismo tiempo y la situación se desgasta y ambos pierden el interés; no hay rechazo. Simplemente hay desencuentro y quizá algo de desilusión. Ambos se dieron cuenta que no eran compatibles, que no querían lo mismo y punto, se acabó.
- Ahora, si uno le gana de mano al otro, la cosa es muuuuy distinta. Léase: uno se desliga de la relación antes que el otro, ahí si hay rechazo. "No te quise", "no me gustaste", "no hubo onda", "no quiero saber un sorete con vos", "sacame esa alfombra de baño que me parece un asquete", "me emperné a otro/a y lo hacía mejor que vos", "mi mamá me dijo que no tenía que salir más con vos", "volví con mi ex" o "...". Son situaciones en las que uno de los dos decide que hasta acá había llegado y que mejor que la cosa no evolucione ni siga.
Esto puede generar enganche, ya que el hecho de que el otro decida no quererte, de algún modo te emperra en que te quiera. Decís: "¡Mierda! ¿qué tengo yo para que este me pegue una patada en el culo tan grande?". Lo terminás aceptando, pero mientras tanto idealizás un poco a esa persona. Pensás que de no haber mediado su actitud, quizás las cosas hubieran sido mejores que lo que en realidad eran o terminarían siendo.
A ver, lo ejemplifico con mi caso. Yo lo pienso friamente y sé que lo mío fe una cuestión de tiempos. Me faltaban semanas, quizá días para darme cuenta que el flaco este era un pelotudo que no me convenía y que ni bien se pasara la novedad (léase: calentura) no me iba a servir para más nada. Era impresentable ante mis amigos, yo misma no soportaba escucharlo... pero no sé, que él decidiera que no quería verme me emperró más con él. Y se volvió mi clavo.
Por eso, tal como declaro siempre, a mi humilde entender la vida es una sucesión eterna de clavos. Algunos seres pasan por nuestras vidas de manera insignificante. Y otros se clavan en nuestra existencia y nos atan a un pasado que no nos conviene pero del que sin embargo no nos podemos desligar. Con el paso del tiempo el clavo se oxida, nos agarra tétanos y gritamos "la puta madre que lo remil parió", pero seguimos ahí, firmes junto al ideal que armamos del reverendo hdp que nos clavó (en el sentido metafórico del término).
Y luego aparece otro clavo, o nosotros mismos lo creamos. Y así sucesivamente, hasta que (calculo) nos morimos y no nos hacemos más problema. Bah, eso creo...