sábado, 25 de julio de 2009

Vos sos solo el comienzo de algo más grande... (III)

Los días pasaron y las miradas se sucedieron. En un momento me olvidé que vos fuiste el primero que me miró y pensé que quizá ese jueguito matinal lo había empezado yo.
Tus ojos observaban directamente a los míos con una intensidad inexplicable. Es como si trataran de decirme algo que yo no descifraba qué era. El no saber nada de vos no me daba pistas, y el estar en un transporte público no me permitía hacer otra cosa que mirarte en silencio. Es como un acuerdo tácito: para no generar miedo en el otro, uno se repliega y no interactúa...

Pero ese día en especial yo salí más tarde del laburo porque de pendeja pedí entrar dos horas después para irme temprano a comprar mi entrada para ver a Radiohead (¿me iba a perder el show del siglo?). Y sucedió lo que antes no: que ambos nos encontráramos en el andén a la vuelta.
Mientras caminaba te descubrí fumando a la espera del tren. Ni bien me divisaste no me quitaste los ojos de encima. Tu rostro era de sorpresa y de curiosidad, hasta seguro que te preguntaste qué hacía yo a esa hora, en TU tren...
Nos subimos (muy caballero me dejaste pasar) y nos ubicamos con algunos asientos de distancia. No viajamos enfrentados por lo que las miradas cesaron por un rato.
Al bajarte en tu estación hiciste un gesto que bien podría haber sido el de una película de Hollywood: me miraste fijo por la ventanilla y sostuviste la mirada mientras el tren se iba. No dijiste nada, pero ahí mi sexto sentido me dijo que no era solo un jueguito: había atracción.

(Continuará)

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